En la obra de Shakespeare el problema de la mujer nunca dejó de estar vigente a través de historias que nos presentan los diferentes avatares del deseo femenino. En numerosas ocasiones el personaje femenino ocupa en sus comedias o tragedias un papel central. Los estudiosos de su obra han destacado el carácter singular de las mujeres shakesperianas en contraste con las mujeres objetivadas del teatro Isabelino del siglo XVI. Las mujeres de Shakespeare son vivaces. Destacan por sus fuertes deseos y pasiones. Algunos personajes resaltan una pureza frágil e idealizada. En lo que respecta a la figura materna encontramos en su obra madres perdidas, repudiadas, muertas o desaparecidas. Sin embargo, Lacan subraya que a partir de Hamlet se produce un cambio, ya que nunca con anterioridad en su obra, se había presentado ese deseo como tan abismal, tan feroz y tan triste.

La tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca de William Shakespeare será comentada por Lacan en el seminario de 1958-59 titulado El deseo y su interpretación en donde interroga los avatares del deseo a través del personaje principal. Hamlet, considerado un “héroe moderno”1, ilustra la presión, los obstáculos, la abolición y hasta la destrucción que el deseo humano puede encontrar en su camino. A diferencia de la tragedia de Edipo, el personaje de Shakespeare no ignora el acto que debe realizar pero que sin embargo procrastina. Durante siete lecciones, Lacan comenta Hamlet señalando que el personaje es una creación poética y por lo tanto ni un histérico ni un obsesivo. “Hamlet no tiene neurosis, es la demostración de la neurosis”2. La misma se manifiesta en el plano del deseo, que aparece siempre pospuesto en su realización. Para dar cuenta de este impedimento sintomático Lacan retorna mediante el comentario de la obra a las consecuencias de la sexualidad femenina para el hijo. A diferencia de las interpretaciones psicoanalíticas previas (Freud, Jones) Lacan pone en primer plano la identificación de Hamlet con el deseo de la madre con el que lucha constantemente. Y subraya que no se trata de un deseo edípico por la madre sino de una lucha franca con el deseo de la madre. Es lo que ilustra la escena en que la exhorta a refrenarlo, volviendo a ceder al mismo un momento después. El deseo de la madre es nombrado en este seminario en la lección titulada “No hay Otro del Otro”, de este modo: “Menos deseo que glotonería, engullimiento”3. Se trata de un goce devorador que debe ser frenado. No es la primera vez que Lacan se refiere en su enseñanza al Deseo materno, dos años antes en 1956-57 hace del mismo el centro de su seminario Las relaciones de objeto4. El Deseo de la Madre como mujer, en tanto sujeto relacionado con una falta de objeto. El caso Hans junto a otros ejemplos de la clínica psicoanalítica, ilustran en dicho seminario las dificultades del niño para arreglárselas con el deseo de la madre y la “carencia” de la función paterna. Jacques-Alain Miller en una conferencia titulada Introducción a la lógica de la cura del pequeño Hans5, según Lacan, asevera que Las relaciones de objeto es un seminario sobre la sexualidad femenina. El significante “Deseo de la madre” se refiere a la castración femenina, a la falta de objeto, a la relación de la mujer con el significante fálico. Ese deseo que Lacan escribe con una D mayúscula no es el deseo articulado con la demanda que se relaciona con las formaciones del inconsciente y se puede interpretar. Es un deseo correlacionado con la insatisfacción constitutiva del sujeto femenino. De allí el título del capítulo XI del seminario: “El falo y la madre insaciable”. Esta avidez, esta insaciabilidad, del deseo materno se ilustra muy bien en la obra de Shakespeare, en la lucha de Hamlet contra la voracidad del deseo de su madre.

Es precisamente en el seminario El deseo y su interpretación en donde Lacan desarrolla el grafo del deseo y lo que Jacques-Alain Miller señala como el comienzo de la deconstrucción de la metáfora paterna.

La enseñanza de Lacan se encamina entonces por la “vía del deseo”. El deseo que no es un querer ni una ambición consciente sino un deseo inconsciente y articulado a lo que Lacan denomina el objeto a y sitúa en el fantasma fundamental.

Este goce pulsional que viene del cuerpo es imposible de reabsorber, de allí que para el sujeto femenino sea un momento crucial la relación con su hijo. Si este ocupa en su fantasma el sitio del objeto a su destino será el de quedar atrapado como obturador del fantasma materno.

Lacan en la Nota sobre el niño6, retoma esta cuestión indicando que la transmisión del deseo no anónimo de la madre se constituye en la dialéctica de la demanda y el deseo. Siendo la familia entendida como agente de transmisión del deseo, el lugar en donde el sujeto se constituye como deseante. Es en dicho marco en donde es posible la instalación de la pregunta por el Deseo del Otro.

 

Notas:

  1. Lacan, J., El Seminario, libro 6: El deseo y su intepretación, Buenos Aiires, Paidós, 2014, pág. 352.
  2. Ibid., pág.327.
  3. Ibid., pág. 333.
  4. Lacan, J., El Seminario, libro 4: Las relaciones de objeto, Barcelona, Paidós, 1994.
  5. Miller, J.-A., “Introducción a la lógica de la cura del pequeño Hans, según Lacan”, Conferencias porteñas, tomo 2, Buenos Aires, Paidós 2009.
  6. Lacan, J., “Nota sobre el niño”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pág. 393.

 

Daniel Cena, ELP, Barcelona.

 

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