Es un desafío para los analistas hablar de la adolescencia. Ciertamente, como lo señala Hebe Tizio: “La adolescencia no es una entidad clínica sino una categoría social”1. Esto contradice cualquier orientación que tome como central la noción de sujeto y sus impasses, como es el caso del psicoanálisis.

Un recorrido histórico del concepto de adolescencia desde que aparece como categoría social después de la Revolución Industrial, muestra que la adolescencia hace síntoma en la sociedad en cada época.

La prueba es que es una cuestión que genera preocupación, hay infinidad de libros, artículos, discusiones, foros.

Funciona y ha funcionado como un espejo que pone en cuestión las certidumbres de una época en la sociedad occidental, un síntoma social que señala aquello que cojea. Para la época actual no es una excepción. Los adultos olvidándose que ellos mismos, pues han sido adolescentes, suelen o bien denigrar a los adolescentes o idealizarlos (las dos caras de la misma moneda)

Sin embargo, para el psicoanálisis si existen los adolescentes. Desde hace unos años son muchos los analistas que hablan de las adolescencias en plural. Hablar de los adolescentes es situar la cuestión en el uno por uno.

Evidentemente no se puede hacer una sociología de las formas de gozar. Lo que para un adolescente pasarse horas frente a una pantalla puede caer del lado del síntoma para otro puede ser su única forma de hacer algún tipo de lazo social. Un joven de 15 años me hablaba de su “novia” a quien en realidad nunca había visto en persona. Su relación, que el hacía existir, estaba mediada por un ordenador.

Hemos, pues, intentar separar que es lo propio o estructural de lo que se juega en cada adolescente de aquello que marca una época. Evidentemente esto da color al uso que hace el adolescente de los objetos que encuentra a su alrededor, de su relación con el Deseo y el goce.

Así hablar de adolescentes apáticos o sobrexcitados no es otra cosa que hablar de la variedad clínica en la relación con la pulsión. Se trata de nuevas formas de llamar a lo mismo que en la actualidad tiene otro ropaje.

Tomemos un ejemplo, el uso extendido en la actualidad de la marihuana. Se ha pasado de una época en la que los jóvenes hacían un uso social, es decir que servía de mediador, a un uso en el que constatamos cada vez más que sirve para tratar la angustia (como un psicofármaco), para aquietar al propio cuerpo. Son formas de aislarse, de encontrar un cierto goce autístico.

Nos encontramos con pacientes que convierten el fumar en su partenaire ante la dificultad de hacer otro tipo de lazo social. Las pantallas o el alcohol vienen a cumplir una función similar. La desconexión del Otro y la desconexión con uno mismo a través del no querer pensar. Ya no se trata de estar sólo (hay muchas maneras de estarlo) sino de estar aislado, desconectado. Son los modos de hacer con el síntoma, que muestran de forma descarnada su costado gozoso.

Lo invariable de la época tiene que ver con los intentos del sujeto, siempre fallidos por efecto de lo Inconsciente, de separarse.

Sigmund Freud señala: “La pregunta planteada a Edipo esta ligada a la angustia (…) La pregunta que está en la base de todas las interrogaciones es sin duda la que nace de la curiosidad infantil por la sexualidad: ¿De dónde vienen los niños? Solo que la Esfinge plantea la pregunta al revés: ¿Qué es lo que viene? La respuesta es: el ser humano”2.

Podemos pensar que lo que le ocurre a cada sujeto adolescente siguiendo a Freud, no es otra cosa que la continuación de una pregunta infantil en otro momento lógico. A lo que apunta un análisis, es, en definitiva, a que el adolescente-sujeto responsable, pueda formularse esta pregunta, que no es otra cosa que cuál es su relación con el Deseo. Pregunta ya no dirigida a un Otro (por ejemplo, a sus padres o a sus educadores) sino que ha de intentar darse respuestas a través de sus propias elecciones.

En definitiva, reconocer lo que está en juego, de qué deseo se trata, diferenciado del goce, cuánto quiere (en el sentido de su búsqueda) lo que desea y de poder encontrar algún tipo de respuesta alejada de un goce mortífero.

 

Notas:

  1. Hebe Tizio, Educación social: Revista de intervención socioeducativa, Nº 29, 2005, (págs. 33-38).
  2. Intervención de S. Freud sobre El despertar de la primavera ante la Sociedad Psicoanalítica de Viena 13 de febrero de 1907, (Letra Viva, 2013, pagina 113).

 

Mario Izcovich, ELP, Barcelona.

 

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