“Jugar es mi único objetivo e interés, no puedo parar” escuché decir a un joven. Para él, como para otros adultos (que llegan también a la consulta presos de la angustia, con falta de deseo, encerrados en su habitación, aislados), su actividad principal, tras sus estudios o trabajos, si es que los tienen, es jugar con las videoconsolas. Actividad que en numerosas ocasiones produce la ruptura de sus vínculos o hace que éstos sean virtuales, con jugadores desconocidos, estableciendo, como dice Bauman, lazos líquidos. Incluso, puede que ésta sea la única actividad que realizan y llega a trastocar sus proyectos iniciales de formación o producir la pérdida del trabajo al no poder reprimir esta impulsión a jugar en jornadas eternas, donde el tiempo lo marcan los propios juegos, y desaparecen la temporalidad subjetiva y la cronológica.

Este tipo de hablanteser en la época en la que el objeto a ha alcanzado el cenit con el imperativo superyoico “¡goza!”, ve comprometida su relación con los otros, con los partenaires amorosos, sustituidos por un jugar incesante en partidas infinitas o minipartidas continuas en las que prevalece un goce solitario que va más allá del fantasma. Está ausente la pregunta acerca del deseo del Otro y efectivamente su fantasma fundamental aparece taponado por el consumo continuado de estos falsos objetos, en este jugar sin límite donde los jugadores pueden identificarse a personajes que para nada responden a los viejos ideales ni a la ética de antaño. En la época actual el Otro no existe y el empuje al goce es incesante.

Todo esto es consecuencia de la precariedad o ausencia de límites, límites que anteriormente “tenían al sujeto fijado a identificaciones fuertes (…) frente a los sujetos contemporáneos con identificaciones débiles (…) o fluidas, en el sentido de Bauman, lo que hace que sean más sensibles al imperativo ético del goce: “Goza”1. Son sujetos en muchas ocasiones desidentificados y desorientados.

Muchos de estos juegos se caracterizan por una trama en la que todo está permitido, por ejemplo, la serie de juegos en sus distintas versiones GTA (Grand Theft Auto) cuya trama está plagada de misiones por fuera de la ley y donde cualquier acto es posible. Sus personajes, a los que se pueden identificar los jugadores, son sujetos cuyos goces son inmediatos, sus consumos y sus actos no tienen ningún límite, la represión no existe, todo es posible. “Se desarrolla en un mundo abierto (…) la historia se centraría en la búsqueda del todo poderoso dólar en una reinventada zona del actual sur de California”2. Según la productora, esta decisión se toma a partir de la crisis financiera de 2008. Es un fiel reflejo del discurso capitalista en el que no hay ninguna barra que impida que el sujeto se encuentre con su goce.

Lacan en el Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, se refería ya a “las letosas( …) esos pequeños objetos a minúscula que se encontrarán al salir, ahí sobre el asfalto en cada rincón de la calle, tras los escaparates, esa profusión de objetos hechos para causar su deseo, en la medida en que es la ciencia quien lo gobierna”3. Estos falsos objetos gobiernan al sujeto, a tal punto que su vida gira en torno a esta realidad, la compra compulsiva de estos juegos, la impaciencia para ir sorteando fases, el pensamiento recurrente de posibles estrategias, las grandes colas para la compra inmediata o la reserva por antelación cada vez que aparece una nueva versión del juego y la perdida rápida del interés hasta la siguiente novedad. La saturación por la permanente actividad de jugar los lleva a la angustia sin saber que el motivo es la falta de la falta o al aburrimiento como emergencias de lo real.

Estos sujetos se convierten en adictos, dependientes, donde el objeto juego no forma parte del fantasma, no tiene en cuenta la castración ni el goce fálico. Está por fuera de ambos. En una época en que “en el fantasma el sujeto de la palabra se haya como prisionero de los espejismos imaginarios del goce”4.

Pero Lacan en su elaboración va avanzando y su interés para investigar la relación entre la palabra y el goce, le lleva a repensar estas cuestiones a partir de lo real.

Son hablanteseres cuyo narcisismo está exacerbado, donde el Otro no cuenta, de ahí que no surja la pregunta por el deseo del Otro, matriz de la escena fantástica. Lo preponderante en la subjetividad de la época, lo que se impone es “la visión de una soledad esencial del sujeto”5.

El goce que se produce, como nos indica Miller siguiendo a Lacan, “es un goce positivizado, el de un cuerpo que se goza”6. Será un acontecimiento de cuerpo, que no estará articulado a la ley del deseo, está relacionado con el traumatismo, con el choque de lalengua con el organismo viviente, es azaroso. Es un goce que no va a estar mediatizado por el Otro.

Mi pregunta y reflexión desde hace tiempo es cómo maniobrar, qué tipo de invención es posible por parte del analista para que estos sujetos entren en análisis; son sujetos en los que al tener una cierta desconexión con el Otro la instalación de la transferencia y la aparición del síntoma analítico puede llevar mucho tiempo, pues vienen instalados también en un no querer jugar la partida que conlleva un análisis, en un no querer saber. Se ubican en una posición dependiente del analista a quien demandan un remedio rápido para aliviar su malestar, sin querer inicialmente preguntarse por su síntoma, lo que les llevará -si se atreven a jugar la partida de un análisis- a localizar su modo de goce singular.

El síntoma analítico, que parte de los significantes del sujeto, de sus decires, de su lengua particular, es este hablanteser quien lo tiene que establecer y localizar más allá de la queja. La consecuencia para el sujeto es que el síntoma se convierte en descifrable. Momento crucial que propiciará la instalación de la transferencia y que el sujeto vaya al encuentro de su fantasma, sin el uso del falso objeto a través de la asociación libre con sus formaciones del inconsciente hasta llegar a la verdad mentirosa.

Pero no va a ser suficiente para un análisis este descubrimiento del desciframiento del sentido, sino que en la dirección de la experiencia hay que apuntar a esa otra faz del síntoma, al síntoma como producción real, la que se repite en el Uno solo del goce, la que ya no estará del lado del descubrimiento del sentido, “es una criatura salvaje de goce”7, fuera del sentido.

Éric Laurent nos recomienda el uso de la “interpretación fuera de sentido. El fantasma se revela un montaje, un aparato que puede ser situado como defensa contra el goce que permanece y que escapa de todo montaje para mantenerse en la iteración”8.

Esta repetición es dominadora y va a permanecer. Si es valiente el hablanteser jugando la partida en el análisis con la orientación hacia lo real, ésta podrá llegar a un final, a un destino que se revela más allá, “a la cara más profunda del fantasma el momento en que el sujeto se capta desapareciendo”9.

Pero también encontrará una manera de revitalizar su deseo propio y orientarse hacia lo que quiere.

 

Notas:

  1. Laurent É., “¿Qué es un psicoanálisis orientado por lo real”, Freudiana nº 71, Barcelona, 2014, pág. 31.
  2. Tomado de Wikipedia “Grand Theft Auto V”.
  3. Lacan, J., El Seminario, libro XVII: El reverso del psicoanálisis, Barcelona, Paidós, 1992.
  4. Miller, J.-A., El Uno solo, lección 6 de abril de 2011, inédito. Clase traducida y publicada en Freudiana nº 71, op. cit., pág. 15.
  5. Ibid., pág. 12.
  6. Miller, J.-A, El Uno solo, op. cit., lección de 9 de febrero 2011. Clase traducida y publicada en Freudiana, nº 63, Barcelona, 2011, pág. 27.
  7. Miller J.-A., El Uno solo, op. cit., lección 6 de abril de 2011. Clase traducida y publicada en Freudiana, nº 71, op. cit., pág. 18.
  8. Laurent, É., “¿Qué es un psicoanálisis orientado por lo real”, Freudiana nº 71, op. cit., Barcelona, 2014, pág. 37.
  9. Miller, J.-A., El Uno solo, op. cit., lección 6 de abril de 2011, Freudiana, nº 71, op. cit., pág. 42.

 

María Isabel Alonso, ELP, Vigo.

 

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