Si algo diferenciaba para Lacan la estructura en la que reposaban las Sociedades Psicoanalíticas y aquella sobre la que deseaba se sostuviera su Escuela, era el deseo.

El deseo de cada uno de los miembros es lo que puede dar vida a la Escuela y hacer que ésta se sostenga, se trata del motor que la hace estar en movimiento y que permite que el psicoanálisis siga existiendo. El deseo de cada uno, anudado al resto inarticulable que lo causa, puede encontrar en el trabajo de Escuela un destino posible.

Poner en juego en la Escuela el “ser de deseo”1 de cada uno de sus miembros se enlazaba, para Lacan, a un “deser de saber”2, dos cuestiones fundamentales, si de lo que se trata en una Escuela es de que el saber del psicoanálisis no se detenga.

En la Escuela se transmite un saber, se trata del saber agujereado y no acabado de nuestros maestros; a la vez que se transmite un oficio, el que se teje con palabras alrededor de un agujero central que nos conmina, cada vez, a la invención. “La inventiva para cumplir el oficio”3 era algo primordial para Lacan, y considero que era el punto de distinción que deseaba para su Escuela. Puedo leer que en esa inventiva ligada al oficio Lacan ubicaba, no sólo el contrapeso de la tendencia humana a caer en las dualidades imaginarias, sino también al peligro que acecha de caer en las “modas”4 que hacen de los conceptos “metáforas de lo compacto” (5) empujando a la ilusión de comprensión y alejando del inarticulable que hace a nuestro oficio y del de cada uno, cuando es justamente eso lo que puede causar el deseo que empuja a cada uno a habitar la escuela.

En la Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela, Lacan acaba diciendo:

“La Escuela Freudiana no puede caer en el tough sin humor de un psicoanalista que encontré en mi último viaje a USA. ‘La razón por la cual nunca atacaré las formas instituidas -me dice- es que ellas me aseguran sin problemas una rutina que me es cómoda’”6.

Considero que en esas palabras se vehiculiza el deseo de Lacan para su Escuela: que esta sea un lugar donde se transmita la singularidad del oficio, el agujero que lo habita, ese que imposibilita al psicoanalista acomodarse en cualquier rutina o seguridad, y lo expone a lo que no puede faltarle: la inventiva y el deseo de saber.

Era en la “inventiva para cumplir el oficio”, anudada al deseo del analista, donde Lacan ubicaba la posibilidad de encontrar diferentes vías para evitar caer en los inconvenientes y prejuicios del régimen de las sociedades psicoanalíticas.

Se puede pensar la singularidad puesta en juego en la inventiva, vía el deseo de cada uno, como un límite a la “miseria psicológica”7 de la que nos habla Freud, y que tal como él nos enseña, acecha a toda ligazón social.

Las inventivas se anudan a lo genuino y original de cada analista, que si bien comparten un oficio y una escuela, cada uno tiene su manera singular de anudarlo a su deseo. A cada uno le habita algo propio que no se parece a nada ni a nadie, y es ese punto el que puede hacer de contrapeso a la tendencia de “ir a la moda”, de ir “como todo el mundo”. Lacan nunca fue a la moda, no consintió a que sus ideas y escritos pasarán por la trituradora que todo homogeniza, le costó la excomunión y luego la disolución de su escuela… Pero Lacan per/severó8.

La existencia de nuestra Escuela, consecuencia del deseo decidido de Jacques-Alain Miller junto al deseo de cada uno de los colegas que en aquel momento trabajaron duro para darle vida, es un efecto de la enseñanza de Freud y de Lacan. De sus legados hemos recibido la importancia que tiene una Escuela para un analista y para el devenir del psicoanálisis, a la vez que nos trasmitieron que ni el destino ni el rumbo que ésta pueda tomar están garantizados. Solo el deseo de sus miembros, vehiculizado en la singularidad de cada uno anudada al trabajo de Escuela, pueden ir orientando su devenir para impedir que las miserables corrientes de moda la empujen en sentido contrario a aquél para el que habría sido fundada.

 

Notas:

  1. Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pág. 272.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd., pág. 262.
  4. Lacan, J., “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista (1956)”, Escritos 1, México, Siglo XXI Editores, 2013, pág. 441.
  5. Ibíd.
  6. Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela”, op. cit., pág. 277.
  7. Freud, S., “El malestar en la cultura”, Obras Completas, tomo XXI, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1992, pág. 112.
  8. Lacan, J., “Carta de disolución”, Otros Escritos, op. cit., pág. 337.

 

Celeste Stecco, ELP, Madrid.

 

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