Tomé este título de Jacques-Alain Miller1. Me pareció un buen modo para situar la reflexión en una época en la que hablar de control puede resultar inquietante. Es un significante que bien podría provenir del biopoder y su anhelo de absoluto. Es por eso que se vuelve imprescindible que hablemos de ello para evitar deslizamientos inconvenientes para el psicoanálisis. Los significantes de cada época dejan su marca en la subjetividad, y así lo señaló Lacan cuando dijo: “Mejor que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época”2. Hay que discernir “qué se transmite por el control, el cual no tiene ningún valor si se limita a pautar las relaciones del analista aprendiz con sus pacientes”3. La práctica del control no es el ejercicio de un poder, es el dispositivo que permite dilucidar la relación de cada analista con el psicoanálisis así como con la Escuela.

A Jacques Lacan no le convencía del todo este significante porque el control en psicoanálisis es lo inverso de su significación. Se trata de la experiencia caso por caso en la que se intenta más bien localizar algo nuevo, diferente, no se busca comprobar la adecuación o acomodación a estándares. Incluso, cuando Lacan en 1975 habló en la Universidad de Columbia propuso llamar a esa experiencia “superaudición” y no supervisión como la llamamos a veces. No se trata de visión sino que “el analista que se controla viene a contar a otro algo sobre un tercero…”4. Es un dispositivo en el que interviene una tercera persona en relación al par analizante /analista. Es el analista control que escucha lo que le cuentan. El analista que controla un caso no lo transmite como un registro literal, como una grabadora decía Éric Laurent en 2017: transmite dichos y efectos de esos dichos.

En la orientación lacaniana, hay una política del control. Esto quiere decir que hay una ética del deseo implicada en esa práctica que es precisamente: sostener el deseo del analista. Es el analista practicante quien, a raíz del peso performativo con que carga su propia denominación, pone a prueba ese deseo en la experiencia con el analista control. Un dispositivo que no es el garante de la experiencia sino el lugar en el cual decir de qué modo se ha sostenido el deseo del analista en la práctica con un analizante. J.-A. Miller enseña la declinación gramatical de ese deseo distinguiendo el deseo del analista en formación de la formación del deseo del analista. El primero como condición para la práctica y el segundo, como producto de la experiencia.

Me interesa articular la cuestión del control con la afirmación de Lacan respecto de la garantía: “El analista se autoriza de sí mismo”. En una primera aproximación podría parecer una paradoja. Sin embargo, si partimos de “el analista se autoriza de sí mismo” como petición de principio que coloca el deseo como protagonista de la experiencia, resultaría que la práctica del control sería lo que funciona como brújula que evite la desviación. Así, más que paradoja, el control analítico es el dispositivo cuya lógica resguarda el principio lacaniano en el que se sostiene el psicoanálisis puro. “No es el análisis pero mantiene un lazo con el análisis”5. Tal es este lazo que en el control se trata de verificar el grado de subjetivación en la experiencia. Es el control del lazo que el practicante mantiene con su partenaire-psicoanálisis.

Un analizante con una práctica incipiente pide controlar. El analista pregunta: “¿Y qué es lo que quiere controlar?”. “Si lo estoy haciendo bien”, dice el analizante. “Entonces continúe con su trabajo analítico”. La búsqueda del juicio, del saber del Otro, de la autorización, es la señal que indica que aún no hay el producto que llamamos deseo del analista.

El control es una puesta a prueba que permite verificar si el practicante quiere lo que desea.

 

Notas:

  1. Miller, J.-A., El lugar y el lazo, Buenos Aires, Paidós, 2013, pág. 15.
  2. Lacan, J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje”, Escritos 1, México, Siglo Veintiuno Editores, 1988, pág. 309.
  3. Miller, J.-A., El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2000, pág. 10.
  4. Miller, J.-A., El lugar y el lazo, op. cit., pág. 16.
  5. Ibid., pág. 15.

 

Patricia Heffes, ELP, Barcelona.

 

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