Lacan respondió muy pronto a la pregunta que nos proponen las presentes Jornadas de la Escuela: “¿Quieres lo que deseas?”. Es en la última clase del seminario de La Ética cuando pronuncia la célebre frase:

Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo1.

No lo hace en cualquier contexto. Lacan se sitúa explícitamente en la perspectiva más solemne, la del Juicio Final, ese mítico día en el que cada parlêtre se verá inevitablemente confrontado a la pregunta: “¿Ha actuado usted en conformidad con el deseo que le habita?”2.

Y tampoco lo hace en cualquier momento. Estamos en 1959-60 y Lacan se está interrogando sobre la ética del psicoanálisis al mismo tiempo que se abren las puertas de una revolución en las “profundidades del gusto” que se viene gestando en amplias zonas del mundo en forma, sobre todo, de lo que será llamado movimiento de liberación sexual. Por primera vez en la historia, muchedumbres enarbolan la bandera del derecho a gozar, hasta entonces reducido a los cenáculos de la perversión, y nada volverá a ser como antes. Es el momento de báscula que Miller escribirá posteriormente con el matema a > I3, subrayando la expresión de Lacan “ascenso al cénit social del objeto a4. ¿A quién puede resultar extraño que se entendiera que Lacan alineaba al psicoanálisis con la liberación del deseo? ¿No era ese también el mensaje freudiano?

No será hasta 1983, casi veinticinco años más tarde, cuando Miller, en su curso Del síntoma al fantasma. Y retorno corrige la manera en que se entendió la proposición de Lacan y conmociona a su auditorio al hacer equivaler deseo y deber en la clase X:

Sobre el no ceder en su deseo, se entendió lo contrario: no ceder en su fantasma. El deseo se soporta en el fantasma, pero en la medida en que el fantasma limita al deseo. No ceder en su fantasma hace imposible el final del análisis. Y terminaré con esta frase: no ceder en su deseo se emparienta muy cercanamente con lo que es hacer su deber5.

La sorpresa debió de ser mayúscula. De hecho, comienza la siguiente clase diciendo:

Dije la última vez que no ceder en su deseo se emparienta con hacer su deber. Me hicieron una objeción diciendo que no es equivalente puesto que hacer su deber podría parecer una versión obsesiva del deseo… 6.

Y vuelve sobre ello una vez más en la clase XIII:

Inquieta esta transcripción que hice del no ceder en su deseo como deber. Quisiera no dejarlo como un malentendido y tratar de aclararlo en lo que conlleva para nosotros, es decir que aquí se trata del deber en el psicoanálisis7.

Veamos escuetamente algunos de sus desarrollos.

Miller nos recuerda que el deseo no es un bien, que el deseo es deseo del Otro, y que no es para el sujeto una cuestión de posesión sino de desposesión, lo que implica que ceder en su deseo es ceder en el deseo del Otro:

He dicho que hacer su deber se emparentaba con no ceder en su deseo. Y bien, el deseo del Otro es el nombre del deber. No hay que confundir la compulsión obsesiva y el deber, porque la compulsión obsesiva apunta por el contrario a borrar el deseo del Otro, a taponarle todos los intersticios para impedir que se manifieste8.

Miller subraya que no tiene nada que ver con una posición perversa:

Antes de apasionarse con el no ceder en su deseo, hay que darse cuenta de que eso no conlleva ninguna promesa de felicidad ni de realización. No es equivalente para nada a una máxima perversa, que lo que cuenta es ser feliz por todos los medios. Es lo opuesto exacto al no ceder en su deseo… 9.

E insiste en que el fantasma limita el deseo:

La cuestión es saber si el fantasma es el único destino del deseo. La idea de Lacan es que no. Hay una vía del deseo que excede los límites del fantasma. En este sentido, a los ojos de Lacan, no hay problemática freudiana de realización del deseo. Cuando Lacan evoca el deseo del analista es para tratar de situar un deseo que había excedido los límites del fantasma10.

Y precisa la naturaleza de esa limitación:

Dije que era necesario que el sujeto cediera en su fantasma. No hay que confundir la resistencia propia del deseo cuando resiste a la sugestión con la del fantasma que está allí para cubrir la resistencia de lo real. Eso supone que el analista percibió los límites de su fantasma en tanto viste lo real para cada uno11.

Nos recuerda que el deseo es pregunta y que, como tal, está a la búsqueda de una respuesta, de una solución:

Y la tesis de Lacan sobre el final de análisis es que el deseo puede encontrar su solución. Para hacer mover un poco esta expresión de atravesamiento del fantasma que se fosiliza, podríamos hablar de solución del deseo12.

Y menciona el ejemplo que dio Lacan del atravesamiento del fantasma en El guerrero aplicado de Paulhan:

El héroe se aplica en hacer lo que debe hacerse. Está allí en la solución del deseo. Para él el deseo no se presenta más como una pregunta. Ese guerrero aplicado se mantiene estrictamente a nivel de su causa. No es un guerrero que ama la guerra, no es el héroe que va al frente en las batallas, que busca una causa. No tiene otra causa que la de su deseo13.

Entonces, “no ceder en su deseo” traducido como “hacer su deber”. Pero nada que ver con el deber de los imperativos universales que Lacan equipara a la máxima sadeana del goce. Un deber profundamente singular, un deber sin superyó, sin obligación ni sometimiento. Es decir, un deseo nuevo más allá del fantasma, un deseo inédito, el deseo de hacer lo que uno debe hacer. ¿No es éste uno de los rostros del verdadero deseo por inventar?

 

Notas:

  1. Lacan, J., El Seminario, libro 7: La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1992, pág. 379.
  2. Ibid., pág. 373.
  3. Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Buenos Aires, Paidós, 2005, pág. 82.
  4. Lacan, J., “Radiofonía”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, pág. 436.
  5. Miller, J.-A., Del síntoma al fantasma. Y retorno, Buenos Aires, Paidós, 2018, pág. 191.
  6. Ibid., pág. 193.
  7. Ibid., pág. 221.
  8. Ibid., pág. 195.
  9. Ibid., pág. 198.
  10. Idem.
  11. Ibid., pág. 199.
  12. Ibid., pág. 213.
  13. Ibid., pág. 216.

 

Luis Fermín Orueta, ELP, Bilbao.

 

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