La Escuela “surge bajo la forma de deseo antes de surgir como sujeto de derecho”1, lo hace a partir de acontecimientos y de actos de Escuela; esto es lo que nos plantea J.-A. Miller en su texto sobre la Escuela sujeto. A partir de esta cita entiendo que antes de ser una Escuela y responder a la pregunta qué es una Escuela, se hace Escuela; es decir que la pregunta se desplazaría a cómo hacer Escuela.

Lacan elige crear una Escuela y no otro tipo de asociación, dirigiéndose y aceptando en ella, como novedad, a los no analistas. La Escuela entendida como un lugar que aglutina a un conjunto de personas que siguen una enseñanza, que se agrupan, sin hacer grupo, alrededor de alguien a quien escuchar y que transmite un saber. Es un saber fundado en la transferencia, en la instauración de un sujeto supuesto saber; pero se trata también de un saber expuesto, la Escuela como el lugar en el que se pone en tensión el saber supuesto y el saber expuesto. El saber que se adquiere tras haber pasado por la experiencia del análisis solo vale como tal si se puede transmitir a los otros, los que no tienen la experiencia, y eso es lo que significa la transmisión en psicoanálisis; que a su vez tiene que ver con “el criterio esencial de la racionalidad del psicoanálisis”2.

En El banquete de los analistas, Miller se dedica a examinar cómo se articulan los tres órdenes de relación que mantiene un analista: con el propio psicoanálisis, con los analizantes en su práctica y con el resto de los analistas; a partir de lo cual nos recuerda que Lacan en La dirección de la cura y los principios de su poder3 plantea que la política del analista es la de estar ubicado más por su carencia de ser que por su ser. La Escuela de Lacan está fundada en la no identidad del analista, en que no hay un concepto de analista; en ese sentido el dispositivo del pase no es solo para valorar si uno es analista o no, sino para investigar acerca de qué es un analista.

A la pregunta que se formula Lacan a propósito de qué es lo que empuja a alguien a ocupar el lugar de analista, sobre todo después de haber pasado por la experiencia; cabe también sumarle otra pregunta, la de qué es lo que anima a alguien a querer formar parte de la Escuela, a desear la Escuela.

Miller nos plantea en Sutilezas analíticas, que el deseo de ser psicoanalista es un deseo de mala calidad y que no tiene nada que ver con el deseo del analista.

La idea de Lacan era que uno se vuelve analista porque no puede hacer otra cosa, que esta elección tiene valor cuando es forzada, es decir, cuando se ha hecho un recorrido por otros discursos y se volvió a él, se volvió a ese punto donde todos los otros discursos parecen débiles, y uno sólo se arroja en el discurso del analista porque no puede hacer otra cosa4.

Lacan funda la Escuela sobre la tesis de la transferencia de trabajo donde el analista está en posición de analizante, como trabajador.

“No se trata tanto de amor al saber […] sino de deseo de saber, esto es, trabajadores que vayan contra la ignorancia, en el sentido de la represión”5. Es a partir de que no hay Otro del Otro que “puede extraerse de S (A/) la consecuencia del trabajo: precisamente porque el Otro no sabe hay motivos para construir, demostrar que la verdad es efecto de significante”6.

Mi relación a la Causa analítica es de largo recorrido y mi elección tanto del discurso analítico, como de la pertenencia a la Escuela, han sido elecciones forzadas, no me quedaba otra; es una apuesta -a pesar de la relación insoportable con lo real del psicoanálisis y de la compleja y no siempre fácil relación con la disparidad de los miembros que constituyen la Escuela-, una apuesta por trabajar contra la ignorancia desde mi no saber, por una Escuela que se asienta sobre la consideración de la “diferencia absoluta”; tarea nada fácil y no siempre conseguida de la mejor manera, ya que, aunque advertidos, los miembros de la Escuela no siempre podemos sustraernos al narcisismo de las pequeñas diferencias, de ahí la necesidad de interpretar la Escuela como sujeto en falta, dividido, y de esa manera poder dilucidar los significantes que la determinan y si estos son acordes al espirito objetivo del psicoanálisis.

 

Notas:

  1. Miller, J.-A., “Teoría de Torino acerca del sujeto de la Escuela”, El Psicoanálisis, nº1, Madrid, 2001, pág. 65.
  2. Miller, J.-A., El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2000, pág. 41.
  3. Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, México, Siglo XXI Editores, 1984, pág. 569.
  4. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Buenos Aires, Paidós, 2011, pág. 41.
  5. Miller, J.-A., El banquete de los analistas, Buenos Aires, Paidós, 2000, pág. 175.
  6. Ibid., pág. 177.

 

María José Olmedo, ELP, Granada.

 

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