En mi experiencia sobre el control, puedo situar tres tiempos que se abren en relación a los distintos momentos del propio análisis.

Primer tiempo. La demanda de control y el modo de construir el caso se sitúan en el eje saber/no saber. No saber sobre el diagnóstico, sobre la dirección de la cura, incluso sobre qué orientación darle a la presentación de un caso en una Jornadas, Congreso, etc. El no saber del lado del practicante, el saber del lado del controlador. Es un pedido de desciframiento también, en la vertiente del inconsciente transferencial, puedo decir.

Segundo tiempo. Un tiempo de impasse por desconocer cómo ubicarme ante los efectos de lo que comenzaba a ser la caída del SsS. Lo que me llevó incluso a alejarme del control.

Al tercer tiempo llegué no sin dificultades. Pues el paso del horizonte del saber como una especie de saber previo, con garantía, al de un saber, que lo es por lo que se extrae del acto, por lo que se hace con sus consecuencias, me parecía en ocasiones infranqueable.

En este tiempo, la construcción del caso se sitúa en el eje de los efectos sobre mí de los encuentros con lo real del paciente o el analizante, se trata entonces del control del acto analítico, en tanto el deseo del analista no es considerado como un fin (en el sentido de un final) más bien como algo a sostener. El control aquí se anuda con los atravesamientos que en el análisis del analizante que se semblantiza como analista, se están produciendo. Aquí lo que se espera del controlador no es un saber. Quizás más bien una verificación de que es posible seguir (o no), más que de cómo hay que seguir.

La soledad del acto no es complementaria a ningún saber del Otro, como mucho se suplementa con un interrogante, incluso aún con una verificación al modo de “a eso se ha llegado por ahora”, en la cura, en el propio análisis.

Eugenio Díaz, ELP, Barcelona.

 

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