Las intervenciones de Jacques Lacan sobre el padre son numerosas a lo largo de su enseñanza. Podemos decir que en este camino nos encontramos con diferentes versiones sobre la cuestión del padre, las cuales implican virajes que alcanzan a problematizar sus propias formulaciones. Atento al avance de las nuevas formas de socialización en la civilización, estas formulaciones no sólo imprimen una orientación, sino que ofrecen una respuesta a la clínica de la época.

Siguiendo la elucidación que propone Jacques-Alain Miller, hay un punto de vuelco en la enseñanza de Lacan, cuando después de aportar la metáfora paterna para formalizar el Edipo freudiano, utiliza más adelante la metonimia para formalizar el deseo. La consecuencia es que, si la vía del padre permitía anudar el deseo a la ley, con la metonimia no hay normalidad del deseo.

El deseo inconsciente permanece ligado, en el fantasma, a goces que, respecto a la norma idealizada por los psicoanalistas, siguen siendo intrínsecamente perversos, goces perversos. La perversión no es un accidente que sobrevendría al deseo, todo deseo es perverso en la medida en que el goce nunca está en el lugar que querría el supuesto orden simbólico1.

Por eso, nos dice Miller, Lacan podrá ironizar sobre la metáfora paterna diciendo que ella es también una perversión. Esta ironía, con el juego de escritura de pèr(e)-versión, significa una versión, un movimiento hacia el padre, que da paso a una reformulación una vez elucidada su inconsistencia.

Miller nos lleva a considerar que esto nos da de hecho una teoría de la psicosis inversa a la teoría clásica, donde

No es la forclusión del Nombre del Padre, sino, por el contrario, la demasiada presencia del Nombre del Padre lo que es el resorte de la psicosis. El padre no debe confundirse con el Otro de la ley. Es necesario, por el contrario, que tenga un deseo enganchado y regulado por un fantasma cuyo objeto sea, llegado el caso, un goce estructuralmente perdido2.

En este sentido cabe reconocer el modelo de la père-version, según la conocida cita en el seminario RSI:

Un padre sólo tiene derecho al respeto, si no al amor, si dicho amor, dicho respeto está père-versamente orientado, es decir que hace de una mujer, objeto a que causa su deseo3.

Ahí tenemos un padre que no se define por el deseo de la madre, sino por hacer de una mujer la causa de su deseo, que es algo diferente. Un padre que vivifica el deseo, en la medida que transmite algo de aquello que lo causa. No habla ya del Nombre del Padre, sino de “un padre” vivo, existente, para decir qué es un padre que cumple su función, qué le permite ser modelo de la función síntoma para sus hijos.

Éric Laurent aclara este punto indicando que Lacan en este seminario señala una oposición entre hacer modelo de la función y lo que se presenta como ser padre “modelo”4. No se trrata del buen padre, sino de una figura que da una representación suficiente de la función, donde “la función esencial del padre es causar”. Un padre en el que el objeto a esté implicado de alguna manera.

Con ello Lacan no suprime la función Nombre del Padre sino que la reformula como una función-síntoma. A partir de aquí se abre la posibilidad de orientar la clínica con una brújula que se separa de las tentativas de restablecer las creencias en el padre, como hacen las psicoterapias.

El modelo de la père-version es pues, una brújula que permite prestar atención a las diversas formaciones sintomáticas que permiten a cada sujeto construir una manera vivible de hacer con el goce, desembrollar algo del goce a partir de la vía del deseo.

 

Notas:

  1. Miller, J.-A., “El Otro sin Otro”.
  2. Ibid.
  3. Lacan, J., El Seminario, libro 22: RSI, inédito.
  4. Laurent, É., “El modelo y la excepción”, El Otro que no existe y sus comités de ética, Buenos Aires, Paidós, 2005, pág. 432.

 

Josep Sanahuja, ELP, Tarragona.

 

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