Una marca somos. Cuerpos marcados desde el origen por los servidores del Otro. Capataces de una misión ineluctable, la de atrapar al neonato, en tanto masa palpitante, para darle un cuerpo y una lengua. Semejantes de un entorno que no cesa de inscribir sobre la masa carnal las marcas de su goce y sus deseos. Con suerte, alguien algún día podrá creer que tiene “Un cuerpo”. Y cuando alcance esa creencia, con mayor o menor dificultad, será un parléser más. Pero de aquel magma de marcas inscriptas en su carne, que están ahí como lo incognoscible del cuerpo real, le quedará la extrañeza de un goce que siempre experimentará como el del “Otro cuerpo”.

Síntoma / sínthoma

De la impotencia sintomática del Yo al saber hacer con la imposibilidad: el ego como síntoma Σ que repara y sostiene la cadena RSI.

Síntoma / sínthoma: dos escrituras para un sonido. Equivocidad esencial del parléser, especialmente notoria en la localización triple, en tanto sujeto, en los puntos de goce (el punto lacaniano tridimensia).

En un punto de goce el parléser se sitúa en una experiencia respecto del horizonte en la que hay satisfacción pulsional, anhelo de trascender el límite (fantasma) e imposibilidad de alcanzar lo absoluto. Eso es el sujeto, siempre en uno de esos puntos tridimensionales.

Y así, lo que “desde afuera” es “el cuerpo” del parléser, será para éste una separación infranqueable entre Un cuerpo falo-semántico y Otro cuerpo que ex-siste a aquel. Como tal, esa ex-sistencia es lógicamente imposible, real. Sólo se modifica en la contingencia catastrófica.

En apretada consistencia, la cuestión se dibuja así:

Modificación del esquema RSI (p. 55 del 23)

 

Ex-sistencia del goce del Otro cuerpo, que no es el cuerpo del Otro, sino la extimidad de Otro cuerpo: habitualmente se convocan cuerpos de los semejantes en la ignota ilusión de hacerse con el goce del Otro cuerpo. Se confunde gozar de otro cuerpo con el apoderamiento y control del Otro cuerpo.

La mística es saber hacer con ese Otro cuerpo a pesar del órgano que a guisa de falo (llámese pene, clítoris o lo que sea) pudiera estorbar.

El goce femenino se vale de algo fálico como llave de acceso a otro ámbito sin falo.

¿El arte, ocasionalmente, podría ser otro modo de saber hacer con el goce del Otro cuerpo?

El 23 nos enseña algo así.

Un cuerpo / Otro cuerpo

Un cuerpo que cobra fuerza por el anudamiento de dos goces, el del sentido y el del falo.

Nudo del poder (y la impotencia).

Aplicación del esquema sentido-goce (p. 56 del 23) a nuestros propósitos.

 

Otro cuerpo, fuera del sentido-fálico, donde campa lo real sin ley. Sin ley fálico-semántica, un goce del Otro cuerpo que se sustrae en la imposibilidad y que irrumpe en catastróficas contingencias.

Mujeres y místicos pueden gozar del Otro cuerpo sin descomponerse. Saben contrariar al fantasma fálico-semántico, para instalarse por momentos en Otro fantasma, el de la comunión con lo imposible. Otro fantasma: el anhelo de trascender el horizonte simbólico del goce del Otro cuerpo para comulgar con lo absoluto. Esa deseada comunión en el más allá es, indudablemente, fantasmática.

Yo / ego

La letra a situada en el centro de la representación de la cadena RSI es, en verdad, ex-céntrica. Por un lado, es el vacío originario que dona espacio y tiempo al hablante. Por otro, es el objeto a al que se aspira en cada punto de goce. En esta doble función, a está antes del encadenamiento como donante de espacio y tiempo; y a consecuencia del encadenamiento, como objeto causa del deseo. Y si RSI son las dimensiones del parléser, el síntoma / sínthoma Σ es la cuarta dimensión, la del tiempo. El tiempo que en su constante movimiento anuda y desanuda, encadena y desencadena.

El ego, cuarto elemento que repara y sostiene, a diferencia del Yo, está muy próximo al tiempo. Consiste en sólo algunas hilachas del Yo, en fragmentos del sentido fálico y en una novedosa posición del parléser ante el significante por la cual, en lugar de padecer vahídos ante el abismo, se regocija en la exaltación del agujero mediante el girar arremolinado de significantes aislados.

 

Sergio Larriera, ELP, Madrid.

 

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