Si lo real escapa al sentido y al reino de la ley, ¿cómo se llega en el curso de un análisis a circunscribirlo y a reducirlo para liberar el sinthome?

Me parece que esta cuestión pone en primer plano el cuerpo, no como consistencia imaginaria sino como sustancia gozante. Esta proposición implicaría tomar en cuenta no solamente el cuerpo del analizante sino también el del analista. Si el analista es un instrumento para el analizante, lo es en la medida en que pone su cuerpo. Lacan hablaba, por ejemplo, de las sesiones preliminares como referidas a un cuerpo a cuerpo. Ahora bien, esto no implica que el cuerpo del analista sea un cuerpo que “se goza” en la sesión analítica, ni tampoco un cuerpo capturado en el goce de su imagen. Es un cuerpo que asegura un “estar ahí”, una presencia encarnada, más o menos afirmada o discreta, borrada o bien activa, según los casos. Esto supone un saber hacer con el cuerpo en la dimensión del semblante. Pero puede ocurrir que el cuerpo del analista se convierta en un obstáculo para el mismo analista, y entonces los dichos del analizante producirán “acontecimientos de cuerpo” en él. Por ejemplo, puede ocurrir que suceda en algunos casos, una suerte de “afectación” del analista cuando la angustia, o las lágrimas que se escapan a pesar de él, el dolor o la pena, provienen como efecto de los dichos del analizante. Aquí el cuerpo del paciente se hace sinthome de otro cuerpo, en este caso del cuerpo del analista. El control sirve para rectificar esta posición y extraer esa opacidad, indicando a veces al analista en control la necesidad de trabajar ese punto preciso en su análisis.

* Artículo publicado íntegramente en El Psicoanálisis, Revista de la ELP, nº 33, Barcelona, octubre de 2018.

 

Esthela Solano-Suárez, ECF, París.

 

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